Patricia Rey Artime, Asturiana. Polidiagnosticada por la psiquiatría y superviviente, activista, docente y divulgadora de nuevos modelos. Miembro de Entrevoces, Icaria, Intervoice, Locomún y Xixón Voices. Trabaja en La Colectiva-Salud entre pares como formadora de profesionales de salud mental expertos en apoyo mutuo.
Me dicen de Asturias que aclare que “delirar con una ciudad, una región llena de nazis” quiere decir esto mismo: delirar. No es que esté diciendo que lo piense o denominando así a tantísima gente querida que tengo en mi tierra. Pero el problema tiene algo que ver con eso. Cuando tienes mucha mucha gente querida y que te aprecia y te lo manifiesta, pero vives una situación kafkiana como estar retenida ilegalmente bajo chantaje en una unidad (por ejemplo) cuando llevas media vida recibiendo maltrato y presenciándolo y todo el mundo lo da por “normal”, quisieras que alguien pudiera ayudarte, ayudar a todas esas compañeras a las que has visto torturar. Cuando tienes gente querida tienes también la esperanza de que alguien podrá hacerlo. Cuando llevas 48 horas atada imaginas que alguien tendrá que haber… que venga y lo evite. Pero no. Son años y años de acumular rabia; al final te da igual el aprecio, porque existe un metafórico: no nos importa. Y si un día mueres allí, nadie va a manifestarse, porque las muertas de la psiquiatría no le importan a nadie. Cabe decir que tampoco el feminismo, en términos generales, se ha ocupado de las maltratadas, muertas, víctimas de la psiquiatría, ignorando que la psiquiatría es una herramienta patriarcal, de las más violentas, de sometimiento. Bueno, sí, se ocupa de Camille Claudel… Pero a las Camilles, Virginias, Kates, Pizarnicks y Juanas de Arco de hoy que abundan—iguales en talento, biografías terribles y sufrimiento—desperdigadas en unidades de larga estancia, hiperdrogadas, con daños neurológicos por los excesos químicos, dependientes de sus familias u oprimidas en ellas, precarias, con pensiones irrisorias o sueldos ridículos que impone un convenio que dice que ellas han de ganar menos a mismo trabajo, hecho para joderlas y explotarlas… A esas… no las comprendemos tanto. Nos molesta que estén rabiosas o se comporten de modo inconveniente… Y si deliran las mandamos a la mierda o al hospital que viene a ser lo mismo. Una etiqueta psiquiátrica es un pasaporte de sub-humanidad. Y de esto, de esto no es consciente casi nadie que no la tenga.
Cuando amas a mucha gente y mucha gente te quiere… si te atan, te presionan, te retienen: de esta forma, inocentemente, aspiras a un acto de justicia, algo mágico que nunca llegará. Cuando no puedes hablar de los motivos que te llevan allí una y otra vez, cuando sabes que no ha habido justicia y que nunca la habrá… Esto, enloquece, y una y otra vez, una y otra más. Así que si nadie puede ayudarte y más bien todo acaba volviéndose en tu contra, enredándose… es fácil que cuando enloqueces y deliras lo hagas con algo tan horrible como estar rodeada de “nazis”. No le deseo a nadie este tipo de delirio, y el pánico que puedes llegar a sentir, pero este tipo de narrativas delirantes abunda. Quizá esto pueda resultar una explicación para alguien.
Estos días sabíamos que sobre la horrible muerte de Andreas planearían lamentaciones de todo tipo. No podéis imaginar lo que se siente pensando en que si llegaras a ser tú, si un día, atada hubieras muerto de un infarto, por ejemplo, quizá alguien se molestaría en reclamar… por ti. Pero ya estarías muerta.
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